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jueves, 30 de junio de 2011

EL NIÑO INTERIOR.-



Por Maria Elena Syro P

EL NIÑO INTERIOR
Tenemos que aprender a cambiar el trabajo por el juego, ya que cuando trabajamos, muchas veces nos forzamos. Forzarse en cualquier situación implica sufrir, y por lo general uno termina bloqueando el camino de la abundancia. Si confiamos en los Ángeles y permitimos que la mayor parte de nuestro trabajo se lleve a cabo en el reino invisible del cielo, obtendremos más que lo necesario. La disposición a liberar la lucha hará que seamos más creativos en todo lo que emprendamos. Los Ángeles nos ayudan a atraer a nuestra vida situaciones que nos permiten ser mejores personas.
Recibimos alegría directamente de los Ángeles. Si nos sentimos alegres, sentimos a los Ángeles. No hay separación alguna. La alegría y el regocijo son invenciones angélicas que apuntan a darnos a los seres humanos un respiro de lo mundano. La alegría y el regocijo son como la felicidad verdadera; no podemos pagar para obtenerlos ni dedicarnos a buscarlos. Sólo podemos hacernos más receptivos para recibir los dones de la alegría y el regocijo, manteniendo la mente abierta y flexible; en otras palabras, actuando con espontaneidad, como los niños.
La vida es un proceso por el que tomamos conciencia de quiénes somos realmente, y los Ángeles nos conocen bien. Ellos nos tienen en una proyección del Yo Superior y de nuestras mejores intenciones / dones en la vida. Ellos quieren conectarnos con nuestro origen divino, y quieren danzar y jugar con nuestra conciencia, para aliviarnos el peso y hacernos felices. Cuando encontremos el juego de nuestra vida con la ayuda de los Ángeles seremos felices sin motivo, aquí y ahora. A su vez, esto atraerá hacia nosotros toda clase de acontecimientos alegres, regocijantes y maravillosos.
Resulta más fácil cambiar el concepto de trabajo cuando volvemos a introducirnos hacia nuestro propio niño. El niño interior es el Yo Superior, nuestra propia esencia pura y no adulterada. El espíritu humano es infantil y alegre. Pero es también muy vulnerable. Necesita protección bajo la forma de amor para crecer y fortalecerse de manera positiva. Muchos espíritus humanos fueron quebrados y reprimidos durante la infancia y la adolescencia. Quizás necesitemos ir hacia nuestro interior y hacer renacer al niño que llevamos dentro para poder reintegrar la alegría y el amor al espíritu humano.
Vamos a visualizar un niño feliz. Lo primero que se me ocurre es alegría, una de las invenciones angélicas específicamente pensada para los seres humanos. Los niños transmiten la alegría con facilidad – sin esfuerzo – por el solo hecho de ser ellos mismos en ese momento. En una época fuimos transmisores de alegría pura, lo que significa que estábamos plenamente integrados con los Ángeles.
Podemos integrarnos plenamente con ellos una vez más si permitimos que la alegría fluya con libertad en nuestra vida. Esto vuelve a llevarnos hacia el “juego”, el juego divino de la creación. Jugar es el acto fundamental para vivir el momento. Olvidemos el trabajo; borremos esa palabra del vocabulario y reemplacémosla por juego. No será fácil, pero valdrá la pena.
Uno de los temas básicos de esta enseñanza es liberar al niño interior e integrar el espíritu de la alegría infantil en nuestro ser. Esto hará de nosotros personas completas, puesto que al redescubrir la esencia infantil descubriremos quiénes somos realmente. Los Ángeles pueden jugar muy bien con un ser humano integrado; la senda está abierta y ellos pueden guiarnos sin los insípidos bloqueos emocionales de la vida adulta ni la tendencia de complicarlo todo.
Los Ángeles están con nosotros para hacernos más felices y no es necesario complicar innecesariamente un mensaje tan hermoso con una cantidad de artificios, palabras y sistemas de creencias. Debemos liberarnos de la noción ridícula de ser adultos. Esta es la causa principal de la muerte espiritual en personas mayores de doce años. Seamos nosotros mismos – lo cual significa ser uno con el niño interior – y transmitamos alegría a los adultos insípidos que quieren que todo sean tan serio y tan complicado.
El poema siguiente pertenece a un libro muy especial titulado “Cuidemos a los niños”, escrito por Ken Cousens:
LA ESTACIÓN DE UN NIÑO

Una canción primaveral de risas
Es la estación de un niño
Que toca las flores, la lluvia cantante
Cada pétalo fragante
Cada mancha de verde pasto
Horas que pasan sin motivo
Dormitando tras un juego sin sentido.
El calor del verano
Es el llamado de un niño
Pez plateado en cascadas
Cada sabor de la vida libre al viento
Frescos helados para vos y para mí
Nos salpicamos y reímos, delicia fría
La mano de papá y la noche clara.
Los colores del otoño
Son el sueño de un niño
Hojas al viento, chiquillos danzantes
Juguetes rotos en todo el camino
Sonrisas de calabazas, escenas medrosas
Artimañas y noche de brujas
Todo es parte del juego del niño.
El frío invierno
Época agradable para un niño
La tibieza de la cercanía y el chocolate caliente
Lecturas, dibujos, mentes en crecimiento
Tiempo de cuentos que no olvidaremos
Cada año crecemos pero aún no nos sorprende
Nuestro amor es fuerte mientras la vida avanza.
Las vueltas de la vida, remolinos iniciales
Los años transcurren, no hay tiempo de parar
La estación del niño que todos alimentamos
Nosotros vamos y venimos pero la vida sigue
Amemos siempre, es todo lo que nos dicen
Y el niño interior así se desarrolla.
No importa la edad humana que tengamos: somos NIÑOS. Cada uno de nosotros tenemos un color especial de la luz de Dios. Esta luz que poseemos es nuestro don para el mundo, y cuando la luz brilla intensamente se transmite nuestra esencia y se recibe nuestro don. Bajo esta luz de Dios siempre seremos niños. La luz es nuestra eternamente. La llevamos en nuestro interior, y precisa de ventanas limpias para brillar con intensidad a través de ellas.
La luz puede opacarse. Cuando nos sentimos deprimidos e infelices, la luz se ha opacado; la hemos reprimido. Es muy frecuente que las presiones de la vida adula opaquen esa luz, y para recuperarla debemos regresar a nuestra verdadera naturaleza lumínica como hijos de Dios y de la luz.
Por separado se te dará un ejercicio para volver a reactivar la luz en nuestra vida.

CARTAS A TUS ÁNGELES

A medida que fortalezcas tu relación con tu gran amigo celestial, te será grato explorar otros modos de entretejerla a tu vida cotidiana. Escribir cartas a tu Ángel y a los compañeros angélicos de otras personas, te permite centrar tu atención y mejorar tu capacidad de comunicación.
Al aprender a soñar con los Ángeles te abrirás a un rico depósito de información valiosa que normalmente permanece oculta en el inconsciente.
Escribir a los Ángeles es un excelente modo de alinearse y ponerse en contacto con ellos; además, puede brindarte una mayor claridad en tus problemas personales. Escribirles, tal como escribirías una carta a un amigo íntimo y querido, te ayuda a fortalecer el contacto que ya habías formado estableciendo un vínculo mente-corazón. Ese vínculo se desarrolla según pongas al Ángel en tu mente y en tu corazón para dirigir tus pensamientos hacia Él.
El acto de escribir también te ayuda a organizar tus pensamientos, despejando tu mente. Al hacerlo permitirás que los Ángeles lleguen a ti en una frecuencia más alta. La correspondencia con tus amigos celestiales despeja la estática y la cháchara mental que dificulta una buena recepción.
Otro beneficio es que, cuando exteriorizas tus intenciones y deseos, comienzas a liberarlos. Un pensamiento en papel es algo encapsulado y completo. Al anotarlo despejas las partes de tu cerebro que lo contenía, dejando espacio para algo nuevo.
Escribir también puede ayudarte a debilitar tu apego con respecto a los deseos. Cuando los anotas puedes desprenderte de ellos. Si continúas aferrada a ellos, no hay modo de que te abras a tu Ángel a fin de recibir el apoyo que necesitas para conseguir lo que quieres. Sólo podemos recibir con la mano abierta y vacía. Sin embargo, si lo que deseas no viene a ti cuando o como lo deseabas, no pierdas de vista el resultado. Con mucha frecuencia descubrirás que, en cambio, ocurrió algo mejor.
Conviene recordar que los Ángeles son seres de contacto, no de control. Sus maneras de apoyarnos no provienen del poder, sino del amor. Por ejemplo, si te atrae una persona, puedes escribir a tu Ángel para pedirle apoyo. Pero si escribes “Querido Ángel: quiero que Juan me ame”, no recibirás tanto apoyo como si escribes: “Querido Ángel: ayúdame a hallar el modo adecuado de demostrar mi amor a Juan”. De modo similar, antes que “Consígueme este empleo, por favor”, te conviene pedir “ayuda para encontrar ahora el trabajo conveniente con un sueldo justo”.
Cunado pedimos ayuda, nuestros Ángeles nos respaldarán siempre. Pero lo hacen desde una perspectiva más amplia de la que con frecuencia podemos apreciar. Lo que percibimos como el amante ideal o el empleo perfecto puede no ser lo más conveniente para nosotros a largo plazo, aunque por el momento pueda parecernos bueno y adecuado a la imagen actual de lo que deseamos.
Al conversar y comunicarnos con nuestros Ángeles, aprendemos a refinar nuestros deseos, a no desear simplemente lo que nosotros queremos, sino lo que sea mejor para todos. Con el correr del tiempo descubrimos que eso nos brinda una satisfacción más profunda. Y ese es sólo uno de los dones del contacto angelical.
Escribir a tu Ángel es fácil. Sigue sólo los pasos que detallaré por separado.
Además de escribir a tu propio Ángel, puedes enviar cartas a todos los tipos de Ángeles que sientas la necesidad de hacerlo. Escribir una carta a uno de esos Ángeles es un modo de invitarlo a tu vida.
Si estás en una etapa de transición, puedes escribir una carta para un Ángel de modelo, pidiéndole que te ayude a ver el plano de la siguiente parte de tu vida. Si acabas de tomar un nuevo empleo y debes trabajar por primera vez con una computadora, escribe a los Ángeles de la tecnología, específicamente a un Ángel de computadoras, para pedir su apoyo y su orientación. Si tu vida es un torbellino, envía una nota a un Ángel de paz o un Ángel de gracia, pidiéndole que venga a tu vida.
Ten en cuenta que también puedes escribir a los Ángeles de otras personas, no para tratar de dominarlas, sino para expresar lo tuyo. A veces puedes encontrarte en situaciones difíciles o incómodas con una persona con quien no puedes hablar, o quizás temes herirla si dices lo que quieres decir.
También puedes tener la necesidad de decir algo a una persona que ha muerto o desaparecido de tu vida. En estos casos, es útil escribir al Ángel de esa persona. Di la verdad. Quítate el peso de encima. Esto no es para censurar, sino para expresar lo que sientes sobre lo que te preocupa y cómo desearías que fueran las cosas.
Cuando escribes al guardián de otra persona, el mensaje es entregado en el plano angélico. Con frecuencia el acto de escribir coincide con una inesperada apertura de comunicación con esa otra persona o la precede inmediatamente. Y si no se presenta un mejoramiento en la relación, el solo hecho de escribir la carta puede ayudarte a liberar el enojo, el miedo o la necesidad de obtener algo que esa persona no puede darte.
En una buena relación, la comunicación fluye en ambos sentidos. Algunas cartas a tu Ángel no necesitan respuesta. Son mensajes de final abierto. Pero lo maravilloso de tener amistad epistolar con un Ángel es que no necesitas rondar tu buzón a la espera de una respuesta. Si quieres recibir noticias inmediatas de tu compañero, basta con que, después de haber escrito a tu Ángel, tomes otra hoja de papel y dejes que tu Ángel te escriba. En esta ocasión encabeza la carta dirigiéndola a tu propio nombre. Luego descansa y deja que las palabras de tu Ángel leguen a ti bajo la forma de una carta.
Todo el mundo tiene su propia manera de intercambiar cartas. Confía en que tu sentido interior te guíe hacia la forma más adecuada para ti
EL ÁNGEL DE LA ALEGRÍA

La alegría es la energía que sirve como catalizador del orden y de la armonía. Sin alegría todas las formas que retienes en la conciencia comienzan a desintegrarse, pues la alegría es la energía de la fusión y de la unidad.
En la conciencia del individuo, la alegría no proviene del exterior, sino del yo superior que mora en Él, del YO SOY, y esta alegría se logra plenamente a través del hecho de permanecer en esa Presencia. ¿Qué significa permanecer? Significa quedarse, convivir, residir, habitar. Cuando somos “conscientemente conscientes” de la Presencia de la Divina Conciencia, es decir, cuando comprendemos que eso está presente, entramos en consonancia con la Energía de la Alegría, debido a la canción del alma que siempre es alegre.
La vibración del omnipotente YO SOY es pura alegría, y cuando recogemos esta vibración, damos muchos frutos, no sólo atrayendo un nuevo bien, sino también corrigiendo y protegiendo el bien que ya se ha manifestado en nuestras vidas.
La alegría proviene de la conciencia divina del YO SOY y, cuando la mente se encuentra conscientemente anclada en el reino superior, inunda la personalidad con toda su energía. La alegría abre las cortinas de la mente y deja entrar la luz que disipa las tinieblas.
La llama gemela de la alegría es la serenidad, y una vez que el fuego de la alegría y la serenidad domina todo el espectro de la personalidad, todas las situaciones del mundo exterior son controladas en la Luz, lo cual explica el hecho de que la alegría, literalmente, crea y conserva el orden y la armonía en nuestras vidas.
Una persona llena de alegría se encuentra en consonancia con el ritmo del universo, es cálida, contenta, pacífica, equilibrada, aplomada y confiada, dotada de un corazón jubiloso y desbordando de gratitud. Y, como todo lo exterior es un reflejo de lo interior, se encuentra “unida” con todas las cosas en perfecto orden y armonía.
La naturaleza de este Ángel es femenina y se encuentra situada en el vórtice entre el reino causal de la divina consciencia y la personalidad.
La alegría está hecha para ser compartida y los Ángeles la crean para compartirla con nosotros. Si pudiéramos ver a estos Ángeles participando en una fiesta, estarían bailando, sonriendo y cantando alegremente junto con los demás. Ellos afirman que donde no hay alegría y gozo es porque ellos retiraron sus servicios.
Es evidente que no son necesarios banquetes para congraciarse con la alegría. estar enamorado o pasear con el ser amado puede ser igualmente una forma de sentir alegría. De hecho, si estás enamorado de la vida, hagas lo que hagas, lo harás con alegría.
El Ángel tiene por función específica la diversión y la alegría en todos los ordenes de la vida, incluso en la pareja, donde sus efecto son notables. La presencia del Ángel termina con el aburrimiento y genera siempre nuevas vías de satisfacción a través de la alegría.
Sería difícil sentir alegría sin contar con los Ángeles, pues ellos la han creado. Si la necesitas para ti y para los que amas, pídeles ayuda, que siempre estarán dispuestos a añadir hilaridad y diversión a tu felicidad. Quizás tengas que ser tú el promotor, así que sigue los dictados de tu corazón en busca del lado feliz de la vida.
Te propongo que:
Busca un lugar tranquilo donde puedas relajarte e intenta mantener tu mente en blanco, sin rechazar los pensamientos que se te vayan apareciendo, pero también sin darles fuerza. Imagina que estás rodeada de una sensación agradabilísima de gozo que inunda todo tu cuerpo. Siente cómo todo tu ser es penetrado por este gozo que parece circular con la sangre a través de tus venas y cómo se funde con él.
Siente cómo dentro de ti están el Ángel de la Alegría y el Demonio de la Tristeza. No los rechaces. Familiarízate con estos dos visitantes y pide que el demonio de la tristeza desaparezca y que el Ángel de la Alegría irrumpa en tu vida, en tu trabajo, en tus relaciones. Invítale a compartir contigo su buen humor y su dulzura.
El Ángel de la Alegría ahora te propone que te imagines todo el mundo en una fiesta. Los Ángeles sirviendo manjares en la fiesta. Duendes tocando melodías increíbles, hadas que son el coro celestial. Los animales corriendo felices por todos los lugares.
Brillan los fuegos artificiales de la felicidad.
Si puedes ver la Tierra en ese gozo, es porque también te inundará el amor y el milagro de la felicidad cuando tú quieras.

La Luz

Hoy vamos a intensificar la luz que llevamos en nuestro interior para que brille con su real luminosidad.
Vamos a hacer una verificación física, comenzando por los pies: ¿En qué posición están, y qué hacen? Vamos a moverlos de un lado a otro, y vamos a permitir que la luz los abrace. ¿Y las piernas? ¿Están estiradas o encogidas? ¿Están cómodas? Permitamos que la luz penetre en las piernas para sentir que abre canales de flexibilidad que mantienen viva la luz. ¿Las manos están cómodas y sueltas, o tensas mientas sostienen esta hoja? ¿Los brazos están pesados, livianos, doblados? Incorporemos la luz y visualicemos los brazos como alas de luz, listas a volar en cualquier momento.
Ahora dirijamos la concentración a nuestro centro, la zona del cuerpo donde los órganos realizan experimentos químicos y el corazón bombea la energía de la sangre al resto del cuerpo. Ahora inspiremos profundamente y aflojemos todos los músculos del estómago. Aflojemos la espalda, hagamos contorsiones y empujemos como si fuéramos pollitos que tratan de salir del cascarón. Ahora otra inspiración más, pero esta vez de luz pura.
Ahora viene la parte difícil. Vamos a relajar la mente, que muy probablemente sentimos alojada en la cabeza. Relajamos los músculos del cuellos, los estiramos suavemente y sentimos que el cuello desaparece. Ahora la cabeza queda colgando en el espacio. ¿Qué vemos, oímos, olemos y percibimos por el gusto? Relajemos los músculos del rostro. Dejemos que la mente vuele libremente por un instante y luego pongámosla en foco para hacer algunas comprobaciones del estado actual de conciencia.
¿Cómo actuamos? ¿Cuál es el tono que prevalece en nuestra vida últimamente? ¿Estamos actuando como adultos plagados de responsabilidades que nadie puede comprender ni ayudarnos a superar? Si es así, recordemos que somos hijos de la luz; conforme aprendamos a jugar con el fluir divino de la vida, las responsabilidades cambian y se convierten en juegos.
Comencemos a imaginar la forma en que las pequeñas insatisfacciones se proyectan en nuestra vida. Si estamos preocupados por algo, tomemos conciencia de que la preocupación no es un problema para los hijos de la luz; entonces vamos a entregarla a los Ángeles. Si nos sentimos con poca energía, vamos a pedirle a los Ángeles que nos ayuden a redescubrir la energía del hijo de la luz. Tristeza o depresión significan que la luz se va opacando y que el adulto que hay en nosotros decidió apagarla para dejar de sentir dolor. Seamos hijos de la luz y retomemos la conexión con la alegría de la niñez iluminada. Volvamos a encender la luz y dejemos que brille intensamente. ¡Los Ángeles están para ayudarnos! Pidámosles alegría para reemplazar la tristeza.
¿Somos felices? Tenemos que saber en nuestro interior que esa felicidad no se debe a ese nuevo juguete maravilloso que tenemos o al fantástico puesto de trabajo que conseguimos ni a la hermosa relación que tenemos con otra persona. La felicidad que sentimos se debe a que nos amamos a nosotros mismos y a que permitimos que nos sucedan cosas agradables. Si las circunstancias cambiaran, no dejaríamos de ser felices. Ya que la felicidad viene desde el interior y todos los hijos de la luz sabemos cómo tener unicidad con la esencia de la felicidad.
¿Somos amigables? ¿Permitimos que los demás entran y salgan de nuestra vida? Un hijo de la luz es amigable y atrae personas amigables y mágicas. Las preguntas anteriores son sólo algunas de las que podemos hacernos y pueden permitirnos un muy buen esclarecimiento interior sobre zonas de la vida en las que quisiéramos que la luz fuera más intensa.
Este ejercicio no tiene como objetivo que se lo tome con demasiada seriedad. Es tan sólo una forma de comprobación para que concentremos la atención en el hecho de que somos hijos de la Luz. No siempre recordamos que somos hijos de la luz y que tenemos un padre que nos nutre – el poder superior del universo que por siempre nos ama, que los Ángeles mantienen y personalizan para nosotros – que puede encargarse de los problemas que no son realmente nuestros. Lo único que necesitamos hacer es recordar que podemos entregar nuestros problemas de adultos a fin de que sean resueltos para el mayor bienestar del universo, soltarnos y dejárselos a los Ángeles.
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