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viernes, 21 de octubre de 2011

NUESTRA AURA Y LOS ANGELES.-

NUESTRA AURA Y LOS ANGELES



Todas nuestras emociones, nuestros pensamientos, incluso los más secretos, forman alrededor nuestros arabescos luminosos, un verdadero alfabeto que los Ángeles están en condición de descifrar.


Serán ciertamente estos símbolos coloreados los que atraigan hacia nosotros a estos Seres de Luz, que se encuentran sobre nuestra misma longitud de onda. Esto ocurre a cada instante de nuestra vida diaria, también durante el sueño. Además, nuestros sueños son bien visibles en el aura que nos rodea.


Pero atención, pues nuestro posicionamiento mental y emotivo puede atraer también a los seres oscuros.



Por medio de esta ley inmutable, un ánimo gozoso atraerá Seres gozosos, un ánimo hastiado atraerá sobre sí vibraciones de hastío, un deprimido se rodeará de depresiones, etc.


Sobre todos los planos, desde los más sutiles a los de la vida cotidiana, nosotros, y solamente nosotros, somos los constructores de nuestra vida.



La serena confianza en los Ángeles, la apertura mental y espiritual frente a ellos, “señala” de un modo particularismo nuestra aura. Es como si nos estampasen un sello luminoso que los Devas de todas las especies perciben.



Este “sello Celeste” es la contraseña a través de la cual se reconocen a ciertas personas, localizadas y utilizadas como canales para hacer descender sobre los planos de la Tierra energías, intuiciones, consejos, posibilidades.


Este espléndido sello es, sin embargo, muy frágil. Una vibración de orgullo, de vanidad, interés personal, egoísmo, lo rompería en pedazos.


Este es uno de los motivos por los cuales los humanos no han sido casi nunca conscientes de ser los ayudantes visibles de los hermanos celestes, para protegerlos de los inevitables arrebatos de orgullo, puesto que el ánimo humano es inestable ye imprevisible, sujeto a todas las pasiones.


Queda todavía un punto bastante importante por examinar. No todas las jerarquías de án-geles perciben la presencia humana, sino sólo aquellas que están más cercanas a la superficie de la Tierra.


Los Grandes Arcángeles con deberes extraplanetarios no tienen ningún tipo de contacto con la especie humana. De esa se ocupan, cuando es necesario, sus “subalternos”


El Arcángel responsable del planeta Tierra puede todavía percibir la presencia de fuertes individuales humanas; se trata de de individuos muy evolucionados, particularmente seguidos desde lo alto.



Más allá del Arcángel Planetario, el hombre no tiene ya ningún ascendiente. Esto no significa que el hombre esté abandonado a sí mismo, ¡todo lo contrario! Millares de seres se ocupan de él, llevan sus plegarias e invocaciones hasta la Divinidad, interviniendo donde sea necesario, pero cada uno tiene su menester y no interfiere en la misión de los otros.


Los ojos de los Ángeles, que ven perfectamente nuestras auras, nos perciben como criaturas a veces espantosas, rodeadas por formas, colores y sonidos estridentes y desagradables, que les hieren. Los sonidos de nuestra civilización son lacerantes: silbidos, golpes, chirridos de metal, sirenas, bocinas, gritos…


Podemos añadir a todo esto la vibración todavía peor que acompaña a los frenazos, insultos, explosiones, y entenderemos qué gran sacrificio deben soportar los Ángeles al acercarse a nosotros. Precisamente Ellos, que provienen de mundos de belleza, música, colores y armonía, tienen como misión la custodia de esta humanidad ruidosa e insensata…


Cuando además se entromete la música de varios rockeros, de los heavy, se superan verdaderamente los límites soportables, no sólo los humanamente soportables, lo que es limitado de por sí, sino que nos hacemos repelentes para los mismos Ángeles, ¡que precisamente nos muestran tanta paciencia! Oigámosles:


“Si solamente emulaseis a los Devas del aire en su paso silencioso, que viven su vida no con ausencia de sonido, sino en medio de los cantos…. Todos sus movimientos son armonía, cada pensamiento traza un esplendoroso cuadro sobre la tela del cielo…. Sus verdaderas pulsaciones son un murmullo de alegría.



“Cuando enseñéis a los hombre que nosotros acudimos a ellos, pedidles este favor en nuestro nombre: que cultiven la paz.


“La vida debe ser en verdad movimiento y sonido en movimiento; pero haced que todos los sonidos de la vida humana tengan armonía y enseñadles a hacer su camino dulce y melodioso.


“Enseñadles a escuchar la música de los árboles, mostradles el modo de vivir de los abetos, de los pinos y de las hayas, que continuamente oscilan y cantan. Han oscilado y cantado desde que el tiempo existe, ahora son incapaces en cualquier circunstancia de sonidos estridentes y discordantes en su canto.


“Muchas veces nos acercamos tanto a vosotros, que esperamos que oigáis el batir de nuestras alas, más por desgracia no nos oís. Muy a menudo debemos retirarnos, alejarnos casi con horror, rechazados por los sonidos y por las formas emanadas de vuestro modo de vivir.

“Rogad por la abolición de todo sonido que pueda ofender los oídos de un niño. En la ciudad, en las carreteras, en los senderos del campo, en la fábrica, en las granjas, buscad la armonía de cada cosa.



“Mientras no eliminéis gradualmente esta insalvable barrera de ruido que habéis levantado, separará vuestro mundo del vuestro.


“Enseñad a vuestra gente a cultivar las horas de tranquilidad, a aprender la alegría de la paz, el estado de ánimo de la felicidad silenciosa…. Comenzad una gran campaña, decid a todos que quieren ayudaros, que esta gran oleada de brutalidad y de violencia debe pasar, pues este hecho constituye un preliminar esencial para la realización de nuestros recíprocos ideales.”


Estas palabras, escritas hace sesenta años, cuando aún había un gran silencio comparado a hoy día, nos hace entrever algo que en aquellos tiempos era casi desconocido para la masa: la meditación.


El Ángel habla del silencio interior, de escuchar e imitar el susurro de los árboles, de crear el silencio en el alma, y de intentar transportar este silencio al mundo exterior.


Por lo que respeta al ruido físico, todavía hay mucho que trabajar; pues, al contrario, parece que cuanto más pasa el tiempo, más ruido hacemos.


Para el silencio interior, por el contrario, algo se está empezando a hacer. Con mucha lentitud, pero gradual e imparablemente, en el mundo occidental se va difundiendo la meditación.


Este es un sendero privilegiado, por medio del cual llegaremos al contacto con los Ángeles.

Extraído del Curso de ls Angeles de Alexiis.